En 1979 un grupo de investigadores asociados con la Facultad de Educación de la Universidad de Harvard recibieron una beca embargable de la fundación holandesa Bernard Van Leer, miembro a su vez del ‘Proyecto sobre el potencial humano’. Esta beca fue entregada para desarrollar un trabajo académico sobre la naturaleza del potencial humano y la forma de catalizarlo. Howard Gardner recibió el encargo de escribir un libro acerca de lo establecido sobre el conocimiento humano, desde el punto de vista de las ciencias biológicas y las del comportamiento. Así es como nació el programa de investigación que dio origen a la teoría de las inteligencias múltiples, combinando la literatura sobre el estudio del cerebro, la antropología genética y la psicología en un esfuerzo por determinar la taxonomía más fiel posible a las capacidades humanas.

En la investigación se produjeron tres puntos de inflexión muy importantes:

  1. Llamar a estas capacidades humanas ‘inteligencias múltiples’.
  2. Ampliar el concepto ‘inteligencia’ a un juego de 8 criterios, definiéndola en cada caso.
  3. Las implicaciones educativas de la teoría de las inteligencias múltiples, porque han sido los educadores en lugar de los psicólogos quienes han encontrado más interesante la teoría. Aunque en un principio no desarrollaba de forma directa implicaciones educativas, como los individuos se diferencian en sus perfiles intelectuales tiene sentido entonces tener esto en cuenta cuando se aprende. El esfuerzo más ambicioso fue el ‘Proyecto Espectro’, con el objetivo de crear una serie de mediciones mediante las que se pudiera establecer los perfiles intelectuales de los niños más jóvenes, en infantil y primaria. El equipo terminó elaborando quince tareas diferentes diseñadas para determinar las diferentes inteligencias de la forma más natural posible.

Las inteligencias múltiples no deben ser en sí mismas un objetivo educativo, aunque sirvan para facilitar una detección temprana del talento en los niños. Sino que una vez se ha establecido ese objetivo, la constatación de las inteligencias múltiples es de gran ayuda para comprender y potenciar estrategias metacognitivas personalizadas. Por ejemplo, es especialmente útil esta aproximación cuando se trata de enseñar a resolver problemas complejos y desestructurados evolucionando desde las tradicionales mecánicas rutinarias de resolución.

Esto es así porque los modelos matemáticos cuánticos permiten separar en subespacios vectoriales las diferentes inteligencias y observar cómo se interrelacionan en cada proceso heurístico de resolución, después de cada ejercicio y secuencia didáctica. Mediante un sistema de Inteligencia Artificial es posible aglutinar toda esta información tácita que escapa a la atención del profesor, estructurarla en campos cuánticos predictivos y facilitar pedagogías personalizadas más afines a la inteligencia de cada alumno al producirse sobre lógicas no conmutativas y permitir modelizaciones que violan en un único subespacio el principio de probabilidad total, pero lo cumplen cuando se incluyen todos.

Esta construcción teórica trasladada de la física permite además explicar de forma científica el motivo por el que las pedagogías que inciden en la metacognición son más eficientes en entornos colaborativos y además su efectividad queda mejorada cuando se dirigen tanto a las dimensiones cognitivas como a las emocionales. Este aspecto afectivo tiene que ver con la capacidad de motivar a cada alumno precisamente en función de las características de su inteligencia personal. La mejora se debe a que los alumnos comparan sus razonamientos y heurísticas completándose en las interacciones sus diferentes inteligencias hasta conseguir un nivel de conocimiento superior al que resultaría de la suma individual, porque integra lógicas en diferentes subespacios que son complementarias dentro del espacio vectorial en el que forman parte. Como lo que es complejo para un estudiante puede ser simple para otro, el trabajo en grupos pequeños integra las inteligencias hacia una unidad imposible de conseguir individualmente por encontrarse cada sujeto encerrado en el subespacio vectorial que facilita su propio conocimiento.

Finalmente, los profesores y los alumnos encuentran particularmente difícil aplicar la metacognición en los entornos TIC. Por eso es esencial construir un software que la incluya. Porque la mayoría de libros de texto y las prácticas didácticas habituales se focalizan en la repetición de actividades y problemas no-CUN (no complejos y estructurados). No se trata por supuesto de eliminar esta didáctica repetitiva, sino incluirla como una etapa previa para llegar a planteamientos no-CUN.

Como las actividades CUN (complejas y desestructuradas) deben terminar siendo el núcleo central de toda la didáctica, es necesario avanzar hacia una educación que potencie en primer las capacidades metacognitivas y las pedagogías colaborativas que compensan entre los alumnos sus carencias y fortalezas. Pero en segundo lugar porque este tipo de instrucción pública es el paradigma más adecuado para desarrollar esas habilidades que necesitan las sociedades avanzadas guiadas por la innovación, la excelencia y la meritocracia.

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