El orden económico a nivel global (1000-2025)
En los últimos años los informes y estudios de muchas instituciones han señalado como un hito sin precedentes el crecimiento de una serie de países, llamados emergentes, que avanzan a gran ritmo amenazando con sustituir a las potencias occidentales en el ranking de las mayores economías del mundo. Efectivamente es un hecho que está teniendo lugar, y países como China o India están superando económicamente a países históricamente fuertes como Italia, Francia, Canadá, Alemania o Reino Unido pero, ¿es este un hecho inédito en la historia económica del mundo? ¿son realmente países emergentes, que emergen ahora porque durante el resto de la historia han formado parte de la periferia económica?
¿Cambio en el orden económico mundial?
Uno de los primeros artículos que se publicaron en esta web se titulaba “Cambio en el orden económico mundial” (Juan Pérez Ventura, Diciembre 2012) y hablaba precisamente del acontecimiento histórico que suponía el hecho de que países como China o India estuvieran cerca de superar económicamente a las conocidas como potencias tradicionales. Estas potencias tradicionales eran las antiguas metrópolis europeas y la potencia estadounidense, principalmente. Países como Francia, España, Reino Unido, Países Bajos, Italia, Alemania, Canadá o Estados Unidos, que tradicionalmente habían liderado el crecimiento y el poder económico, se veían amenazas por la emergencia de potencias de las antiguas colonias.
En ese artículo no se apuntó lo que en esta ocasión vamos a revelar, y es que las auténticas potencias tradicionales, las potencias históricas, no son las que normalmente se mencionan. Gracias a las investigaciones del historiador Angus Maddison, que centró sus estudios más reconocidos en el análisis de la historia macroeconómica del mundo, podemos comprobar que la Historia guarda secretos muy interesantes.
Atendiendo a la distribución del producto interior bruto global, y considerando potencia económica a aquel país que posee un porcentaje importante del mismo, comprobamos que durante la mayor parte de la historia (Edad Media, Edad Moderna…) las potencias no fueron occidentales, sino que fueron las que ahora etiquetamos como emergentes.
Hay dos ideas que tenemos que tener en cuenta para la reflexión que se hace en el presente artículo. Por un lado, la Historia no comienza en el S.XX, ni abarca únicamente lo que nos enseñan en las aulas, sino que va mucho más allá. Por otro lado, en términos históricos, 50 años no es un periodo especialmente significativo. Teniendo presentes estas dos concepciones, podemos entender mucho mejor lo que a continuación vamos a desarrollar: China e India están volviendo a ocupar el puesto de dominio económico que históricamente han tenido siempre. No son países emergentes, sino que están re-emergiendo para regresar a la predominancia económica global que únicamente han perdido durante un corto periodo de tiempo.
Es una afirmación que debe leerse dos veces, y que puede plantear dudas ante los ojos de una persona occidental, pero aunque nunca antes nos lo hubieran dicho, las investigaciones y los datos apuntan a que, efectivamente, a lo largo de la Historia las actuales potencias occidentales no han sido predominantes, y que la mayor parte del producto económico global ha sido producido por India y China.
Quizás el periodo 1850-2020 haya sido un simple paréntesis en la historia económica del mundo. Un paréntesis en el que nuevas potencias como Reino Unido, Estados Unidos o Francia han monopolizado el crecimiento y el poder económico. Puede que el cambio en el orden económico que estamos viviendo con los países emergentes hoy en día no sea más que una vuelta al orden económico histórico, que es el que pone en lo alto del ranking a las economías china e india.
Atendiendo a los datos y a las proyecciones, es más que evidente que las potencias occidentales están perdiendo su peso relativo en el producto interior bruto global, y que China e India están volviendo hacia las primeras posiciones, después de haber pasado prácticamente todo el S.XX siendo países periféricos y de mínima potencia económica. Pero, ¿cómo se llegó a esa situación? ¿cómo se invirtieron los papeles entre potencias?
El cambio en el orden económico histórico
Podemos entender el cambio en el orden económico global a través de la obra del geógrafo Samuel Huntington, quien acuñó el término de la ‘Gran divergencia’ para hacer referencia al proceso por el cual el mundo occidental (Europa inicialmente y posteriormente Estados Unidos y Canadá) creció y se convirtió en dominante técnica, económica y militarmente, eclipsando a las potencias tradicionales, principalmente la China de los Qing y la India mogol. La Gran divergencia comenzó en el S.XVIII y tuvo su esplendor en el S.XIX y buena parte del S.XX. El historiador económico Eric Jones llamó a este periodo como el “milagro europeo”.
Fue un verdadero milagro porque Europa había estado sumida en la oscuridad durante la Edad Media y no había conseguido desbancar económicamente a China e India durante la Edad Moderna.
Orden económico en la edad moderna
Tras superar la Edad Media (S.V - S.XV), conocida también como Edad Oscura, Europa conoció una época de prosperidad liderada por los descubrimientos en ultramar. La Edad Moderna comienza con el descubrimiento de América en 1492 y termina con la Revolución Francesa en 1789. Ambos hitos son señalados desde una perspectiva eurocéntrica, pero ¿qué sucedía con las verdaderas potencias económicas del momento?
A principios de la Edad Moderna, China era la mayor potencia mundial. Su tecnología era la más avanzada del mundo y tenía además la ventaja de la demografía: era el país más poblado del planeta, con una población de entre 160 y 200 millones de personas. Bajo el gobierno de la dinastía Ming, China tuvo un ejército permanente de más de un millón de soldados, así como la mayor flota del mundo. Se realizaron importantes expediciones comerciales y diplomáticas, las más famosas comandadas por el almirante Zheng He (1405-1433), y también se pusieron en marcha proyectos como el Gran Canal o la construcción de la Ciudad Prohibida en Pekín.
Según algunos historiadores, bajo el gobierno de los Ming (1368-1644) se desarrolló una de las mayores eras de gobierno disciplinado y más estabilidad social de la Historia de la Humanidad. Las investigaciones de Joseph Needham sobre la ciencia y la tecnología en China demostraron que hasta una fecha tardía (y variable según los autores), China fue la primera potencia científica y tecnológica del mundo, muy por delante de Europa.
Según los cálculos de Maddison, hacia el año 1790 China suponía alrededor del 35% del PIB global y Europa el 27%. Algunos historiadores sostienen con buenos argumentos que a finales del siglo XVIII no existían diferencias importantes entre el nivel de vida de los habitantes de Gran Bretaña y de ciertas provincias marítimas de China y del curso bajo del Yangtsé.
En la India, al inicio de la Edad Moderna la potencia más importante fue el imperio vijayanagara, que controlaba todo el sur del subcontinente. La supremacía vijayanagara acabó por la instauración del Imperio mogol, que dominó desde el año 1526 hasta 1858. Los mogoles alcanzaron su auge cultura bajo el reinado de Sha Jahan (1628-1658), cuando se desarrolló la edad dorada de la arquitectura sarracénica, cuyo mejor ejemplo es el Taj Mahal.
Durante la Edad Moderna, Asia constituyó el continente económicamente más productivo. Hacia el año 1500, China, India y Oriente Medio concentraban cerca del 60% de la producción mundial, y poco antes del año 1800 alcanzaron a suponer el 80% de la misma. Durante el S.XVIII los textiles de la India se exportaban masivamente a Europa, y gran cantidad de productos industriales chinos estaban presentes tanto en el Viejo Continente como en la América colonial desde el S.XVII. Según el historiador Robert B. Marks, un 75% de la plata extraída por los españoles en América acabó en China a cambio de la compra de productos manufacturados chinos.
Hasta finales del siglo XVIII la India nunca había sido un mercado para Gran Bretaña, todo lo contrario: era un competidor directo, y con mucho éxito. Tanto la India como China participaban de la mayor zona de comercio mundial de la época, el Océano Índico, lo cual les daba una ventaja sobre los países emergentes europeos.
Pero todo esto cambió con la industrialización de Europa. El predominio asiático en la economía global se vino abajo ante la emergencia de nuevas potencias occidentales que, impulsadas por la máquina de vapor, se extendieron por el mundo con modernos barcos y rápidos ferrocarriles.
El crecimiento de Occidente
En la segunda mitad del S.XVIII, los países occidentales acometieron un proceso de transformación económica, social y tecnológica que dio el paso de una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada. Fue la Revolución Industrial, que permitió acelerar el crecimiento económico y militar de países como Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Fue el hito histórico que marcó el comienzo del cambio en el orden económico, por el cual nuevas potencias iban a desbancar a las tradicionales superpotencias económicas: la China imperial e India.
Después de siglos de estancamiento en Europa, el crecimiento económico volvió a encontrar perspectivas muy favorables. La Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra a mediados del S.XVIII indujo un enriquecimiento espectacular al cambiar las condiciones de producción. Un buen ejemplo de este crecimiento fue la producción de hierro en Inglaterra: de las 60.000 toneladas producidas en 1780 se pasó a más de 300.000 en 1800 y a un total de 700.000 toneladas producidas en 1830.
Como hemos señalado anteriormente, hacia 1800 los niveles de riqueza de Occidente y Oriente eran semejantes. Por tanto, la Revolución Industrial se presenta como responsable de la ‘Gran divergencia’. Aun así, hay otros factores como el imperialismo y el colonialismo, que explican el despegue de las potencias occidentales, aunque están ligados inevitablemente a la industrialización.
¿Por qué China no acometió el mismo proceso de industrialización? ¿por qué permitió que otros países le superaran económicamente? El profesor Kenneth Pomeranz cree que la situación de China a finales del S.XVIII no era crítica ni preocupante, pero ocurrió que el gigante asiático se vio desbordado por una Europa que avanzaba mucho más deprisa gracias a la Revolución Industrial y a las conquistas imperialistas en América, África y Asia. Es decir, no pudo reaccionar a tiempo por la rapidez de sus adversarios. Por otro lado, el historiador Mark Elvin argumenta que en China no se dio el mismo proceso que Europa porque vivía en una situación de equilibrio entre la población y los recursos, una realidad sustentada por un sistema agrícola muy eficiente pero sin posibilidades reales de crecimiento. Según Elvin, los bajos salarios desincentivaban la introducción de tecnologías para ahorrar mano de obra, una actitud que se veía reforzada por la influencia del confucionismo.
El sociólogo e historiador alemán Max Weber (1864-1920) también realizó investigaciones sobre este asunto. Su principal objeto de estudio siempre fue la religión, y la tesis que trató de probar era que las diferentes creencias (budismo, hinduismo, confucionismo, judaísmo y cristianismo) generaban en los creyentes actitudes diferentes que se reflejaban en un diferente desarrollo económico.
Así pues, se puede decir que China adoleció de ambición y perspicacia mientras los países europeos se industrializaban. Por factores culturales, la sociedad china no reaccionó de la misma manera que los occidentales en el momento de la Revolución Industrial.
La formación de nuevas potencias mundiales
En 1842 una potencia emergente venció al imperio más grande del mundo. La Primera Guerra del Opio se saldó con la victoria de Inglaterra frente a China. La gran armada china consistía en cientos de barcos de madera. Fruto de la Revolución Industrial, los buques ingleses eran acorazados y mucho más efectivos en combate. Todo el poder naval del Imperio chino no pudo contra el poder de la tecnología y la ingeniería. Esta derrota supuso un punto de inflexión para China. Los líderes e intelectuales se preguntaron qué había sucedido.
Mil años antes los mandarines ya habían rechazado la idea de sus ingenieros para mecanizar el campo. Creían que la producción era más rentable con mano de obra que con maquinaría. Así, China había descartado la industrialización no por ignorancia, sino por decisión política. Los factores culturales habían primado en aquella ocasión. Pero en pleno S.XIX las cosas habían cambiado y China se sentía amenaza por nuevas potencias que aparecían por los mares. Los países europeos se acercaban a Asia en busca de más colonias para hacer crecer sus imperios.
Ante esa situación, China cedió y tomó como espejo las culturas occidentales que antaño habían sido consideradas inferiores por los gobernantes chinos. Se importó maquinaria occidental, y además miles de estudiantes viajaron a Estados Unidos y Europa para aprender de la Revolución Industrial. China analizó a sus contrincantes y se puso manos a la obra rápidamente en todo lo referente a ciencia, tecnología e industria. Tenía que trabajar a marchas forzadas para alcanzar el nivel técnico de las nuevas potencias europeas, aunque tenía una ventaja: China ya era un Imperio.
Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica, Países Bajos, Alemania… los nuevos pretendientes para ser superpotencias avanzaban con prisa por el tablero mundial buscando colonias que controlar y explotar. Era la época colonial, y todos los países querían ser grandes imperios. Empujados por la industrialización, los buques y trenes europeos llegaron hasta lo más profundo de África y hasta las islas más lejanas de Asia.
Para entender cómo el colonialismo ayudó a ser más competitivos a los países occidentales es ejemplificador el caso de los monocultivos. Inglaterra, por ejemplo, se sirvió de su colonia de Malasia para dedicar el suelo malayo al cultivo de caucho. Más tarde, este caucho se transportaba a Manchester, Liverpool o Londres, donde se transformaba en productos en las nuevas fábricas nacidas de la Revolución Industrial. Es decir, las potencias coloniales conseguían las materias primas gratis. Es un factor que dio una ventaja competitiva muy importante a las nuevas potencias, algo que las viejas superpotencias no tenían.
Hacia 1920 el Reino Unido tenía un vasto imperio que se extendía por todo el mundo. Así mismo, otros países europeos como Bélgica, Francia, Holanda o Portugal fueron aumentando sus territorios. Las riquezas extraídas de las colonias determinaron que la balanza cayera del lado de Occidente. Los imperios coloniales tenían una ventaja muy importante sobre las potencias tradicionales asiáticas. El centro de gravedad de la economía global se desplazaba rápidamente hacia el Oeste.
La industrialización permitió hacer realidad el imperialismo, gracias al cual los países europeos extendieron sus brazos por el mundo y pudieron llevar a cabo el colonialismo, que fue el factor clave que hizo crecer las economías occidentales, abriendo nuevos mercados y permitiendo la extracción de importantes recursos. Gracias a esa actuación imperialista, a ese ánimo expansionista, Occidente generó nuevas potencias globales. India y China fueron sustituidas por el Imperio Británico y el Imperio Francés.
Algunos años más adelante, el imperialismo estadounidense fue también clave para impulsar a Estados Unidos a lo más alto del ranking económico global. Sus conquistas en México y en ultramar, además de la compra de grandes extensiones de tierra (como Alaska), permitieron a un joven país aumentar su participación en el PIB mundial.
Mientras tanto, el viejo Imperio de China, que no se había subido al tren de la industrialización a tiempo, tenía que lidiar con el crecimiento demográfico. La incapacidad de absorber a tanta población generó hambrunas y revueltas. La India, por su parte, estaba sometida al Imperio Británico. Lejos quedaban los días en los que los dos gigantes asiáticos habían predominado en la economía mundial. Habían sucumbido ante la máquina de vapor occidental.
El siglo XX, un siglo de países centrales y periféricos
Fruto de la Gran divergencia y del espectacular crecimiento económico de Occidente, se generó una dinámica a nivel mundial conocida como Centro-Periferia. Las potencias nacidas de la industrialización y del imperialismo ostentaron el Centro y las antiguas colonias, aunque consiguieron independizarse, quedaron marginadas en la Periferia del mundo.
Durante el S.XX todos los datos económicos estaban del lado de los países centrales. Europa Occidental, Estados Unidos, Australia, Canadá, Corea del Sur y Japón llegaron a sumar el 70% de la producción mundial, el 80% del comercio mundial, el 90% de las operaciones financieras y el 80% de los nuevos conocimientos científicos. Son los países que lideraron el mundo sin que nadie les hiciera sombra, al menos hasta finales de los noventa. Conforme el S.XX llegaba a su fin, nuevas economías comenzaron a crecer con fuerza en la Periferia.
Señalando la Tríada Económica, el economista Kenichi Ohmae intentó plasmar la idea de que en el mundo existían tres centros de poder que ostentaban el dominio político, militar, social y económico. Estos centros eran Europa Occidental, Norteamérica y Japón y Corea del Sur. En el año 2005 los países de la Tríada suponían el 75% del PIB global.
Francis Fukuyama apuntó a que había llegado el “fin de la Historia”, pues el orden mundial tras la Guerra Fría se había establecido para siempre. Ese orden mundial del año 1990, la dinámica Centro-Periferia, la dominación de la Tríada Económica, iban a suponer la forma definitiva en que se distribuiría el poder en el futuro.
Pero, ¿a caso no había motivos para pensar que ese orden mundial sí podía cambiar? Los analistas occidentales parecían no recordar que, de hecho, el orden mundial del S.XX había sido fruto de un cambio en el orden global tradicional. La Historia económica no comenzaba en 1945. Había habido vida antes del dominio de Estados Unidos en la economía mundial.
Mientras el Occidente liderado por Estados Unidos expandía su poder económico mediante la globalización, China regresó a la carga, recordando que hubo un tiempo en el que ostentó el poder económico. A finales de los años setenta, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (1978-1997), China acometió una serie de reformas que llevaron a un crecimiento económico sostenido de casi un 10% anual durante 35 años. Nunca antes en la historia económica un país ha crecido tanto durante tanto tiempo. Desde 1980 hasta 2015 China ha estado creciendo a una velocidad inédita, que le ha permitido regresar al puesto que ocupaba a principios del S.XIX (en cuanto al porcentaje del PIB mundial).
Hemos dicho que en el año 2005 la Tríada Económica suponía el 75% del PIB global. Es revelador observar la evolución de este dato: en el año 2007 los países centrales suponían el 70% del PIB mundial, y en el año 2010 el 54%. Un marcado descenso que sólo se explica con el crecimiento de la Periferia, liderada por dos viejas potencias olvidadas.
El siglo XXI. ¿Vuelta al orden histórico?
El devenir de la Historia nos ha traído hasta el momento actual, en el que, tras duras crisis económicas y profundos cambios a nivel global, hay una tendencia clara: las potencias occidentales están perdiendo su peso relativo en el PIB mundial frente a las nuevas potencias emergentes. Aunque Brasil o Indonesia son efectivamente nuevos países emergentes, como hemos visto no se puede decir que China e India estén “apareciendo de pronto”, sino más bien que están regresando de nuevo.
Tras el repaso histórico que hemos realizado, podemos preguntarnos si, efectivamente, China e India volverán a producir más del 30% del PIB global. La realidad es que los números están con Asia, tanto en crecimiento económico como en crecimiento demográfico. Si bien es cierto que China ha bajado el ritmo de crecimiento (ahora “sólo” crece a tasas del 6-7%) y que su población ha dejado de crecer, en términos combinados, China e India han vuelto a ser dos gigantes macroeconómicos. En la actualidad ya ostentan más del 15% del PIB global, cuando hace unas décadas eran países periféricos.
Los estudios dirigidos por Jim O’Neill apuntan a que en este S.XXI una serie de países, denominados BRICS, entre los que se incluyen a China e India, liderarán el crecimiento económico a nivel global. Si se cumplen las predicciones, este siglo será el que vuelva a confirmar a Asia como el continente con más poder económico. Es algo que no puede sorprender, conociendo la historia económica del mundo.
La distribución histórica del poder económico confirma lo que hemos sostenido anteriormente. El importante peso de Asia en la economía global no es un hecho novedoso en la Historia, como apunta la evolución del centro de gravedad de la economía global, un interesante dato que señala dónde se sitúa el núcleo económico mundial.
El Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) resume de esta manera el cambio en el orden económico que se está dando en la actualidad y que se va a consumar en las próximas décadas:
En el entorno del año 2025, el sistema de relaciones internacionales será totalmente diferente del sistema actual, ya que la globalización económica habrá adquirido toda su dimensión, se habrá completado la emergencia de los nuevos actores mundiales, la transferencia de riqueza y economía del oeste hacia el este será una realidad. Por otro lado, el océano Pacífico será el centro de gravedad estratégico mundial, mientras que la influencia de los sujetos no estatales habrá alcanzado una posición privilegiada.
Se dice que el Océano Pacífico será “el centro de gravedad”, lo cual quiere decir que será el punto central alrededor del cual gire la economía y, en definitiva, el poder (económico, político, militar…). Esta realidad descrita por el CESEDEN no supone, como hemos visto, un cambio en el orden económico, sino una vuelta al orden económico histórico tradicional.
Es un regreso al orden tradicional porque el centro de gravedad del poder económico ha estado históricamente en Asia, tal y como recoge el siguiente mapa. Hasta el S.XIX el centro económico global estuvo en el corazón de Asia (fruto de la importancia relativa de China e India), y durante los siglos XIX y XX ese centro se movió, cambió, hacia el Oeste. Durante ese periodo relativamente breve (en comparación con el resto de la cronología histórica) el centro de gravedad estuvo del lado de Europa y Norteamérica, pero parece que todo va a a volver a su estado original, pues desde finales de 1970 la importancia de Asia en la economía global no ha dejado de crecer, de forma que durante este S.XXI el centro de gravedad de la economía global ya está regresando a su localización original.
A partir de 1820, fruto de los factores anteriormente mencionados (industrialización, imperialismo, colonialismo), el centro de gravedad de la economía global tendió a dirigirse hacia el Oeste, por el creciente peso de Europa y EEUU. Este fue un verdadero cambio en el orden económico global, pues durante siglos Asia había tenido la predominancia económica.
A mitad del S.XX (1940, 1950, 1960) no había duda de quién ostentaba el poder económico: el centro de gravedad se situaba en en Atlántico Norte, entre Europa y Estados Unidos. Coincidiendo con las reformas de Den Xiaoping a partir de 1978, China volvió a ganar peso en la economía global, y desde entonces Asia no ha retrocedido. El centro económico ha virado hacia el Pacífico progresivamente (1990, 2000, 2010…), y las predicciones apuntan a que en el año 2025 la economía mundial tendrá su centro en el corazón de Asia.
Por todo esto el “cambio en el orden económico” del que tanto se habla y los países emergentes que tanto se mencionan no son noticias nuevas para la Historia de la Humanidad. El orden económico no está cambiando, sino que está regresando a su estado natural, y China o India no son países emergentes, sino potencias históricas que simplemente han vivido un periodo de debilidad económica.
Muchas veces, en Occidente nos cuesta admitir que no siempre hemos sido la vanguardia del mundo. Es de justicia reconocer el papel de Asia en la historia económica global. Un papel protagonista que está recuperando.