Élites extractivas. Es cada vez más frecuente leer esta expresión en artículos de opinión y oírla incluso en algunas discusiones de tono coloquial. Nacidas en el interior de la Academia –más adelante veremos cuándo y cómo-, las élites extractivas se están convirtiendo en el último grito de la liga de los sin bata, por decirlo al modo del dibujante Carlos Romeu, que en los años ochenta tuvo mucho éxito con unas tiras cómicas que presentaban España como un centro escolar en ebullición (la liga de los sin bata, evidentemente eran los contestatarios, los que rompían la disciplina).

Elite extractiva. Si la fórmula parece demasiado académica, se le puede dar otra vuelta a la tuerca: casta extractiva. Esa es hoy la expresión top de la crítica social. Atrás quedan los orondos burgueses de puro y sombrero de copa, que dibujaba el gran Perich en los años setenta. Y todavía más atrás, la oligarquía financiero-terrateniente de la historia de España de Manuel Tuñón de Lara. El trasfondo de la cuestión es el mismo: la crítica al poder, el resentimiento ante sus abusos y la caricaturización de aquello que no nos gusta. Nuevas y viejas fórmulas que se asemejan pero que no quieren decir exactamente lo mismo.

Oligarquía (gobierno de unos pocos) y élite (grupo minoritario de personas que tienen un estatus superior en la sociedad) son conceptos relativamente próximos que no comparten el mismo significado. Oligarquía, palabra de origen griego, es una acepción política, muy del agrado de la crítica marxista, que sirve para definir los procesos de concentración de poder en el interior de una sociedad (desde hace años se habla, por ejemplo, de los oligarcas rusos, los nuevos ricos que han acaparado el poder económico tras la destrucción del socialismo de Estado). Élite es una palabra de origen francés, inicialmente vinculada al ideal republicano. Una palabra de genuino sabor burgués, que aparece en el siglo XVIII cuando las clases emergentes comienzan a demandar procesos de selección social más abiertos, de manera que los puestos de dirección obedezcan al mérito y a la preparación y no a los orígenes familiares de los individuos. El mérito por encima de la cuna.

En su origen, la élite es antiaristocrática y antioligárquica. Contra el grupo cerrado que se perpetúa, la selección mesocrática de los más capaces. La élite encabeza el progreso y tienen capacidad de dirección social. Un siglo más tarde, el leninismo confirió al partido bolchevique el papel de vanguardia consciente del proletariado en la misión histórica de abatir la sociedad de clases. Más tarde, la citada vanguardia se transformó en nomenclatura, una oligarquía autorregulada que no acaparaba la propiedad privada, pero gozaba de notables privilegios. Paralelamente, la élite cultural de París determinaba el gusto y la moda; la élite intelectual británica intentaba reinterpretar el mundo postcolonial; la élite financiera norteamericana se preparaba para dominarlo; y las élites fascistas de Alemania e Italia se lanzaban a una aventura expansionista de consecuencias catastróficas. Concluidas las dos Guerras Mundiales, con el advenimiento del consumo de masas, la élite se convirtió principalmente en un club de consumidores de alta gama, gente de papel couché.

La oligarquía es antidemocrática; la élite no tiene porque serlo. Si hay élites extractivas, también puede haber élites inclusivas sometidas a un mayor control. La casta, por el contrario, nos remite al sistema social cerrado de la India, a un feudalismo hermético y terriblemente injusto. Casta se utiliza, por tanto, como improperio, como crítica radical.

Vayamos a los orígenes inmediatos de estas expresiones en el lenguaje político del actual momento histórico. La palabra casta, referida al envilecimiento de los políticos, se puso de moda en Italia hace unos seis años con la publicación de un libro demoledor (La Casta, Rizzoli, 2007) de los periodistas Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo, ambos del Corriere della Sera, en el que detallaban todos los privilegios y abusos del sistema político italiano. Los italianos siguen siendo grandes creadores de tendencia y esa expresión ya circula por toda Europa. En España ha sido acogida con especial fervor para señalar los abusos y los despilfarros en la administración autonómica, escogida inicialmente como chivo expiatorio de la crisis que nos atenaza. Inicialmente, digo. Conviene subrayar el adverbio. Un chivo expiatorio astutamente seleccionado –el prestigio de las autonomías ha caído en picado-, pero desbordado por la abrumadora dimensión de la crisis española. El enorme agujero de Bankia –y el de otras entidades financieras, como Catalunya Banc- ha tenido un gran impacto social, desplazando el dedo acusador hacia el estamento financiero. (Acabamos de saber que el Gobierno considera prácticamente irrecuperables 36.000 millones de euros depositados en el FROB para proceder al saneamiento de las entidades en crisis). Y la reciente explosión del caso Bárcenas, unido a otros sumarios en curso EREs falsos en Andalucía, caso Palau en Catalunya, imputaciones a mansalva en Valencia, casos Pokemon y Campeón en Galicia, caso Nóos…) han puesto en la picota a los principales partidos políticos, dañando incluso a la más alta institución del Estado. La crisis española tiene más de un chivo expiatorio. Tiene un auténtico rebaño caprino.

Élites extractivas. Los grupos dirigentes bajo sospecha. El cine nos ofrece un auténtico catálogo de historias y personajes en las que la palabra "extracción" adquiere una resonancia especial. Llevando las cosas al extremo en este verano caluroso quizás sería interesante revisar las tres entregas de 'El Padrino'. Don Vito Corleone reunido con las demás 'familias' para discutir sobre el reparto del pastel. También podemos repescar a Víctor Komarovsky, el más inquietante personaje de 'El doctor Zhivago'. Un burgués especulador que además de acosar a la bella Lara, acaba trabajando para los bolcheviques, siempre mirando de sacar tajada de la situación. Gran novela de Boris Pasternak.

Extracción y especulación inmobiliaria siempre han ido de la mano. Beneficios astronómicos con sólo modificar un plano municipal. Sobornos. Opacidad y algún cadáver hecho desaparecer en los forjados de hormigón. El cine neorrealista italiano lo retrató en manera memorable en la película de Francesco Rosi titulada 'Manos sobre la ciudad'.

La actual crisis financiera ha puesto de manifiesto la gran complejidad de los nuevos mecanismos de 'extracción'. Los algoritmos al servicio de la especulación a escala planetaria. Mecanismos muy difíciles de comprender para el gran público, que han estado a punto de hacer estallar todo el sistema, provocando un shock cuyo alcance real aún nos resulta desconocido. Grandes complejidades que sólo están al alcance de la teoría económica y realidades muy concretas. Esa cuenta en preferentes que la abuela firmó porque antes, cuando el capitalismo aún no iba tan deprisa, la gente tenía la costumbre de confiar en los delegados locales de la banca y de las cajas de ahorro.

Una crisis que está alienando los fundamentos morales que parecían sustentar el capitalismo industrial: el valor del trabajo bien hecho, el apego a la empresa, la dedicación… Valores que han saltado por los aires, porque todo puede derrumbarse en cualquier momento, como consecuencia de decisiones muy lejanas, a su vez inducidas por proceses imposibles de prever. El largo plazo se está extinguiendo y el medio plazo deja de existir para mucha gente.

Élite extractiva. Los creadores de este concepto son los economistas norteamericanos Daron Acemoglu (de nacionalidad turca y afincado en Estados Unidos) y James A. Robinson, autores de un ensayo titulado Por qué fracasan los países, los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Acemoglu (profesor en el MIT de Massachussets) y Robinson (profesor en Harvard) intentan responder a una pregunta: ¿por qué unos países son más prósperos que otros? Y su respuesta es antideterminista: ni la geografía, ni la demografía, ni el clima, ni la psicología colectiva, ni los antecedentes históricos son absolutamente determinantes en el presente de una sociedad. Lo más importante es la calidad de sus instituciones políticas.

Los países que han podido desarrollar instituciones inclusivas, sometidas a un eficiente control social, han prosperado. Los países en los que han prevalecido instituciones cerradas en manos de élites egoístas han tenido mayores fracasos económicos. No es un libro difícil de leer. Ensayismo anglosajón de la mejor escuela. Aleccionador atlas de la historia de la economía, con una interesante referencia a España y la gestión del comercio con América. Acemoglu y Robinson señalan que Inglaterra logró una mayor prosperidad que España y Francia por la ausencia de un monopolio real en el comercio con América. La inexistencia de este monopolio facilitó la creación de una clase mercantil burguesa con suficiente fuerza para acotar y condicionar el poder de la monarquía, favoreciendo una mayor inclusión política, que a su vez redundó en beneficio de la economía. En Francia, el absolutismo taponó las corrientes burguesas y acabó saltando por los aires en una cruenta Revolución de signo universal. En España –monopolio real en el puerto de Sevilla hasta 1717- el absolutismo se impuso, dedicó los recursos americanos a sufragar los altísimos costes defensivos de un imperio inviable, propiciando una cadena de atrasos que acabaría explotando dramáticamente en 1936-39, con resonancias que aún perduran.

Acemoglu y Robinson crean una teoría empírica sobre el funcionamiento de los países, sin adentrarse en el terreno de la doctrina. "Cuando las coses funcionan de tal manera, suele pasar esto y no lo otro". Utilizan la expresión 'élite extractiva' en términos descriptivos y no tanto como categoría política. No son neomarxistas, defienden la economía liberal, pero su hallazgo gusta a los defensores de una nueva visión de la lucha de clases.

Su libro ha tenido un gran éxito en los circuitos académicos y en España ya va por la cuarta edición. Podríamos decir que esta creando escuela. El economista César Molinas ha publicado hace unos meses un ensayo titulado Qué hacer con España (Destino, 2013), en el que retoma el concepto de élites extractivas para proponer un catálogo de reformas cuya piedra angular debería ser la reforma de los partidos políticos en España, a fin de someterlos a un mayor control social, mediante una mayor democratización de sus estructuras internas. El último número del suplemento Cultura/s de La Vanguardia se dedicaba amplio espacio a ambas obras.



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- César Molins: Una teoría de las élites extractivas españolas
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